martes, 22 de mayo de 2012

La Candileja





Cuentan que en los bellos llanos de Colombia, surcados por los ríos de oro, vivía una abuela amable y rica  quién enterró vivo a un caballo en el cementerio familiar para que transportara su alma al otro mundo.

Sus nietos codiciosos pasaban todo el día montando "corceles solares", briosos y rápidos como el viento, arreando miles de cabezas de ganado y al regresar los herederos a la casona llamaban a su vieja abuela Candileja y la hacían ponerse en cuatro patas, apoyada en sus rodillas y en las palmas de sus manos, le ponían una silla de montar y jineteaban azotando a la longeva alcahueta llamándola decrépita farolera y obligándola a galopar.  Un día la veterana Candileja del cansancio y el martirio murió.

Desde entonces al salir el sol, el espectro de la Candileja se despierta y se escapa a los llanos a acechar a los jinetes y saltar sobre ellos como la más temible de las fieras carniceras e invadida de cólera y crueldad, los destroza con sus garras.

Dicen que sus apariciones repentinas, fantásticas, misteriosas y fatales se repiten innumerablemente en las llanuras, ranchos abandonados y lares donde hay guacas y tesoros indígenas para protegerlos de saqueadores, profanadores y buscadores de oro.
Cuando la vieja Candileja ataca se produce una tormenta eléctrica, se ven chispas y humo carmesí, breve y vanidoso como símbolo de lo efímero de las glorias terrenales y augurio de tristeza, ruina y malos negocios.

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